Héctor Alejandro Quintanar
29/11/2024 - 12:05 am
Gabriel Quadri es la síntesis de la oposición mexicana
"La biografía de Quadri no es ninguna proeza reveladora ni tampoco se trata de una figura pública relevante".
El 9 de septiembre de 2021, el entonces diputado federal Gabriel Quadri de la Torre, espetó un exabrupto grotesco, cuando quiso criticar el paquete económico para 2022, donde acusó que 231 mil millones de pesos se irían a subsidios a ninis, en un gasto improductivo y clientelar y con desastrosos impactos ambientales”. No queda claro cómo los programas sociales otorgados a sectores acreedores de ellos podrían tener algún efecto indeseable en el medio ambiente, pero sí es obvio que el señor Quadri no sabía que un programa social desde 2018 difícilmente podría ser clientelar, porque se trata constitucionalmente de derechos universales.
Si una persona cualquiera emitiera ese dejo de ignorancia, sería lamentable, pero se vuelve inadmisible cuando semejante aserto proviene de un diputado federal cuya actividad incide en las decisiones colectivas. Y más aún cuando ese sujeto fue candidato presidencial en 2012, donde pese a que su candidatura fue un fracaso testimonial, eso lo lanzó a la fama pública como un petimetre elitista del partido de la señora Elba Esther Gordillo. A lo mejor de ahí viene el conocimiento sobre clientelas del señor Quadri, tema del cual quizá sabe no porque lo estudió sino porque estuvo vinculado a una gangsteresa magisterial que lo ejerció toda la vida.
El exabrupto de Quadri de 2021 no fue una excepción tóxica en su carrera política: toda la vida se ha expresado en contra y ha tratado de oponerse, por todas las vías que ha podido, a la decisión que se ha convertido en un legítimo sello identitario de la llamada Cuarta Transformación: los programas sociales, cuya presencia, aunada a una distintiva política laboral, ha significado la salida de la pobreza de casi diez millones de personas de 2018 a hoy.
Y no es para menos: la irrupción de Quadri en la vida pública se dio no sólo de la mano de una hamponzuela histórica en 2012, sino que, en su campaña presidencial de entonces, se exhibió como una versión aún más radical del neoliberalismo en boga, cuando proponía que México debía asumir una “economía de mercado competitiva”, y debía privatizar su sector energético y las cárceles, además de cancelar subsidios y promover reformas competitivas en lo laboral.
Es decir, en 2012, Quadri representaba una versión más intransigente de todo lo contrario a lo que se ha hecho desde 2018 a hoy. De ahí que Quadri, una vez finado su antiguo partido político Nueva Alianza, saltara sin problemas a otro partido que representa desde 1976 un elitismo aspiracionista exacerbado: el Partido Acción Nacional.
Sin embargo, la biografía de Quadri no es ninguna proeza reveladora ni tampoco se trata de una figura pública relevante. Pasará a la historia como un simple pie de página o una anécdota, como un tipo que expuso la voz más estridente del neoliberalismo en 2012, detrás de una máscara de profesor chapatín que le restara agresividad a sus elitistas asertos.
Quadri, a pesar de haber sido diputado y candidato presidencial, iba a ser recordado como un simple ser grisáceo, que con más pena que gloria pasó por la vida pública mexicana. Así iba a ser hasta el día 22 de noviembre de 2024, cuando labró su destino para siempre, al elevarse como la figura más representativa de la oposición más reaccionaria a la así llamada Cuarta Transformación. Aunque esa representatividad no es por las mejores razones.
El señor Gabriel Quadri se acercó ese día a un módulo oficial para hacer su trámite para inscribirse al programa de pensiones universales para adultos mayores, uno de los emblemas más contundentes de la política social desde 2018 en México. Es obvio que hacer eso no sólo es el derecho de Quadri, sino que podría interpretarse como un gesto de reconocimiento tácito a un proyecto de una fuerza política ajena. Así lo marcaría una actitud democrática.
Pero es imposible no observar a Quadri ese día, buscando obtener la pensión a la que tiene derecho, sin poner en él un retrovisor de su conducta pública, donde lleva doce años atacando, sistemáticamente, no sólo a los programas sociales en sí, sino también insultando a sus beneficiarios de “ninis”, “improductivos”, “clientelas”, y toda esa jerga monstruosa que, como ha comprobado el filósofo David Bak Geller, no es más que una mascarada elitista, que parece disfrazar de ribetes críticos a una frase que sería más honesta: la de acusar de huevones a las personas mayores de 65 años, tal como lo hace el principal pensador de esa vulgata panista: el hampón iletrado Vicente Fox, quien lleva desde 2004 llamando así a los beneficiarios de programas sociales.
Paradojas de la vida: mientras Fox en 2005 hacía esfuerzos sobrehumanos para acusar que las pensiones para adultos mayores eran demagogia, populismo y camino a la quiebra, su propio gobierno en febrero de 2006 implementó un pensión insultante, de 200 pesos, a adultos mayores; pero, eso sí, sin olvidarse de su estirpe, el ex presidente pasó todo ese primer semestre de 2006 diciendo que él quería “su pensión” como expresidente. La incongruencia de Fox no sólo es demagógica, sino patológica.
Y algo parecido ocurre con el señor Quadri, quien al ejercer su derecho a solicitar su pensión, más que tragarse sus palabras debió escupírselas a sí mismo: resulta que en todo este tiempo cada vez que hablaba de ninis improductivos no insultaba a terceros sino que se describía a sí mismo inconscientemente.
Y, desaprovechando la oportunidad de ser sabio y decir que había cambiado de opinión, Gabriel Quadri se tiró al suelo cuando la prensa y la presidenta le criticaron su incongruencia, y acusó que era víctima de una campaña de asedio de parte del poder. Aquí pareciera otro lapsus del señor Quadri, porque si toda crítica de funcionarios es “hostigamiento”, entonces él es un hostigador serial porque fue en su calidad de diputado que escupió diversos insultos a ciudadanos, acusándolos de ninis improductivos.
La rabieta de Quadri cuando se le señaló su inconsistencia adquiere importancia por lo siguiente: la presidenta Claudia Sheinbaum no hostigó ni insultó al ex diputado panista.
Se limitó a hacer un ejercicio de memoria y recordarle sus propios dichos. Al igual que el sexenio pasado, Quadri recae en la lamentable práctica opositora de ser victimarios con discursos de víctimas, al sentirse atacado si le replican sus previas bravatas. Lo que hizo Sheinbaum fue lo mejor que puede hacérsele a la oposición: basta mostrarle a muchos opositores un espejo donde se vean a sí mismos para que se sientan agraviados. Pero eso no es autoritarismo, es más bien que no les gusta su reflejo.
En esta situación de locura, sin embargo, Quadri no está solo. En el mismo breve lapso de días que él fue visto como timbre de incoherencia, ocurrieron dos anécdotas tan absurdas como preocupantes y reveladoras. La señora Elena Chávez, la olvidable autora del famoso El rey del cash, publicó en X un tuit donde acusó que era mentira que el gobierno de López Obrador no había combatido la pobreza, mientras exponía una gráfica que de forma nítida y contundente documentaba exactamente lo contrario.
Asimismo, en un programa radial matinal, fue un momento viral el que se ganó un seudoanalista, Alfredo Figueroa, ex integrante del consejo del IFE, quien mostró su tremenda indignación ante la presidenta de la república y el consenso que la apoya, no por algún acto indeseable que éstos hubieran hecho, sino por el hecho simple de que llamen “doctora Sheinbaum” a una persona que, efectivamente, es doctora y, efectivamente, se apellida Sheinbaum.
Así, esos personajillos menores -Chávez, Figueroa y Quadri- en una sumatoria de absurdos lograron lo más visible para ellos: revelarse como los perfectos representantes de la oposición más reaccionaria en México, sea en la política o en medios, al demostrar que detrás de ese cuadro opositor no hay ideas, sino ignorancia, vileza e incongruencia.
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